Un estudio realizado en
España prevé que la expectativa de vida de
las nuevas generaciones disminuirá. La
sobreabundancia alimentaria y la obesidad
crecen y proliferan otras patologías como la
anorexia, la bulimia o la ortorexia
Los
problemas alimentarios de hoy tienen poco
que ver con la escasez y mucho con el
consumo excesivo y la sociedad moderna (con
los bollos y comidas preparadas, más 'a
mano' que los alimentos frescos).
Un informe de la Fundación La Caixa analiza
la alimentación de los españoles y los
problemas asociados. A este paso, advierten,
las nuevas generaciones pueden tener una
menor esperanza de vida.
A finales de los años 60, el estado
nutricional de nuestro país era deficiente y
desequilibrado. Los españoles no alcanzaban
el nivel de calorías de los países
desarrollados (por entonces, en 3.200 kcal)
y presentaban un alto consumo de pan,
patatas, pescados y verduras, frutas y
legumbres. España aparecía por debajo de la
media en el consumo de carne, leche y
huevos. Una dieta calificada en la época
como "irracional".
Los dos primeros Informes Foessa (una serie
de estudios sobre los cambios sociales en
nuestro país, realizados entre 1967 y 1994)
sostenían que el camino hacia una dieta
"equilibrada y racional" pasaba por
introducir en los hogares comida asociada a
la modernidad, como el pescado y la carne
congeladas o las sopas preparadas.
En 1976, el Tercer informe Foessa, se
congratula de la "mejora sustancial de la
dieta" al constatar un incremento del 30% al
45% en el consumo de proteínas de origen
animal. En los años 80, la comida moderna
irrumpe en las cocinas de nuestros hogares.
Llegan la pasta, el arroz y los dulces
industriales, ocupando el hueco dejado por
las legumbres. Todo ello conduce a la
aparición de nuevos, y desconocidos hasta el
momento, problemas alimentarios asociados al
aumento del colesterol y a los excesos de
calorías.
Paradojas de la vida moderna
El informe de la Fundación La Caixa analiza
las consecuencias de estos cambios. En una
sociedad caracterizada por la
sobreabundancia alimentaria, la obesidad
infantil y juvenil crecen alarmantemente y
proliferan otras patologías asociadas a la
nutrición como la anorexia, la bulimia o la
ortorexia. Estos factores pueden provocar,
según el trabajo, que por primera vez los
hijos tengan menor esperanza de vida que sus
padres.
Los problemas alimentarios aparecen unidos a
fenómenos sociales que tienen poco que ver
con la escasez y mucho con la abundancia y
la globalización, según el informe. Es un
momento de paradojas.
No faltan alimentos, pero 'sobra' la
preocupación sobre la alimentación; nunca
había habido tanta regulación, ni tantos
riesgos asociados a lo que comemos; crece la
protección del consumidor, pero también su
percepción sobre los riesgos a los que se
expone; nunca había habido tanta información
sobre cómo comer sano, ni tampoco tanta
confusión a la hora de tomar decisiones
sobre una comida sana; las recomendaciones
se dirigían a modificar lo que se comía,
pero los expertos son conscientes ahora de
que hay que cambiar el contexto social.
Los autores del informe recuerdan que los
problemas alimenticios están íntimamente
relacionados con la modernización de las
sociedades. La obesidad (cuya prevalencia
entre los niños españoles de seis a 13 años
se ha duplicado en los últimos 20 años) está
estrechamente vinculada al consumo de
productos azucarados, bollería, embutidos y
refrescos; además del tiempo dedicado a
actividades sedentarias, como ver la
televisión o los videojuegos.
Las dificultades de comer sano
También la elección de los alimentos que
consumimos se la debemos a la sociedad
moderna. Los productos frescos son menos
accesibles, a diferencia de los precocinados
o de consumo inmediato, comidas con alto
contenido en azúcares y grasas.
De hecho, diferentes estudios han visto que
las dietas sanas (con mayor proporción de
frutas y verduras) se asocian a tener cerca
mercados y tiendas especializadas en
productos frescos. Estos alimentos, que
nadie publicita, deben competir con la
sofisticada mercadotecnia de la industria
agroalimentaria, que presenta los productos
precocinados como productos de un imaginario
"bucólico-pastoril", denuncia el informe.
Buena parte de la población no sabe de dónde
viene la comida que consume o cómo se
produce.
"No sabemos lo que comemos", resume Cecilia
Díaz, profesora de sociología de la
Universidad de Oviedo y una de las
encargadas de presentar el informe. De
hecho, existen grandes divergencias entre lo
que el usuario dice comer y lo que realmente
come. Según el Observatorio de la
Alimentación, el 52% de la población asegura
que lo primero que tiene en cuenta a la hora
de elegir los alimentos es "la salud". Sin
embargo, en las respuestas espontáneas, el
91% de los entrevistados dicen que consumen
los alimentos que "más le gustan o
apetecen".
La evolución de las recomendaciones
alimenticias es tan contradictoria y está
tan vinculada a factores históricos o
económicos que también produce en el
consumidor incertidumbre y desconfianza
hacia los mensajes. Los autores sostienen
que reconocer esta realidad es importante
para plantear estrategias de mejora de los
hábitos.
Así las cosas, queda la duda: ¿es posible
comer bien? Ramón Aranceta, especialista en
medicina preventiva, da algunos consejos: se
"trata de alertar de que nos podemos acercar
a esta situación (el descenso de la
esperanza de vida por enfermedades asociadas
a la mala alimentación) y que es evitable" y
recomienda que cada familia tenga un
proyecto de salud que acomode "los gustos
con lo que nos favorece". "Hay que tener el
control de la alimentación", concluye.
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