Para el TDAH
El
fenómeno no es nuevo. El debate lleva
años cociéndose en EE.UU. con la
administración de metilfenidato,
comercializado en España como Rubifén, a
niños diagnosticados de trastorno de
hiperactividad (TDAH). Esta alteración
hereditaria se caracteriza por generar
déficit de atención y un comportamiento
impulsivo e hiperactivo, síntomas con
efectos potenciales sobre la calidad de
vida: el trastorno de hiperactividad
está estadísticamente asociado con el
fracaso escolar y laboral, la
drogadicción y con otras enfermedades
mentales.
No es
una enfermedad rara, más bien lo
contrario. Se cree que afecta entre el
4% y el 10% de la población infantil en
todo el mundo y según Barbara Sahakian y
Sharon Morein-Zamir, del departamento de
Neurociencias de la Universidad de
Cambridge (EEUU), «es el desorden
neurosiquiátrico más frecuente en la
infancia». El tratamiento farmacológico
a largo plazo «parece ser beneficioso en
muchos casos», afirman estas expertas,
aunque también recuerdan en un reciente
artículo publicado en 'Nature' que su
uso como medicación crónica en niños y
adolescentes es controvertido.
"Se estima que un 10% de estudiantes
de instituto y un 20% de
universitarios han usado
estimulantes ilegalmente"
El
metilfenidato actúa aumentando los
niveles en el cerebro del
neurotransmisor noradrenalina. Si su
administración a niños diagnosticados es
polémico, más lo es su consumo por parte
de personas sanas. En España, se vende
en farmacias sólo con recetas, pero el
acceso por Internet dificulta el
control. En EE.UU. las cifras de ventas
de este fármaco sugieren claramente que
no son sólo los niños hiperactivos los
que recurren a él, señala Martha Farah,
directora del centro de Neurociencia
Cognitiva de la Universidad de
Pensilvania (EE.UU.) y experta en
Neuroética, en una publicación para la
Fundación DANA de neurociencias. «Las
encuestas estiman que un 10% de
estudiantes de instituto y un 20% de
universitarios han usado estimulantes
como ritalin ilegalmente», explica Farah.
También con
Modafinil
Algo
similar ocurre con otro psicofármaco
llamado modafinil, comercializado en
España como Modiodal (con receta
médica), en el mercado desde hace nueve
años y conocido como la píldora
antisueño. Se emplea para tratar la
narcolepsia pero, como en el caso del
metilfenidato, cada vez más personas
sanas recurren a él simplemente para
rendir más. «En el mundo académico»,
escriben en 'Nature' Sahakian y Morein-Zamir,
«sabemos que un cierto número de
nuestros colegas científicos en EE.UU. y
el Reino Unido ya usan modafinil para
contrarrestar los efectos del jetlag,
para aumentar la productividad o la
energía mental o para hacer frente a
desafíos intelectuales exigentes e
importantes».
No se
trata de convertirse de repente en un
'superman', pero el modafinil, cuyo
mecanismo de acción aún no se conoce
bien pero que se sabe que actúa sobre
los sistemas de varios
neurotransmisores, permitiría reducir
las horas de sueño a menos de cinco y
sentirse mentalmente alerta y muy
activo. Como explican Sahakian y Morein-Zamir,
«se ha visto que una dosis alta de
modafinil mejora el estado de alerta, la
memoria y la capacidad de planificación
en adultos jóvenes». Desde que salió al
mercado en 1998, sus ventas han pasado
de los 25 millones de dólares en 1999 a
alrededor de 575 millones en 2005,
informa la revista 'NewScientist'.
Todo
apunta a que habrá muchos más de estos
fármacos disponibles en breve. La propia
compañía fabricante de modafinil,
Cepholon, tiene ya compuestos similares
en ensayo. También otros fármacos en
principio destinados a enfermos de
Alzheimer o con deterioro cognitivo
podrían aparecer indicados para
afecciones mucho menos severas.
Efectos
secundarios desconocidos
La primera pregunta que surge es:
¿qué efectos secundarios tiene su
uso? Aunque en apariencia son
escasonas, no se puede respirar
aliviados: «Los efectos secundarios
de los fármacos crónicos podrían
resultar aparentes sólo a largo
plazo, por ejemplo, con una
reducción en el ritmo de crecimiento
normal de niños con trastorno de
hiperactividad que toman
medicación», señalan Sahakian y
Morein-Zamir, de la Universidad de
Cambridge (EEUU). «De hecho, para
muchos fármacos la información sobre
los efectos a largo plazo es escasa,
y en muchas áreas los hallazgos son
inconsistentes».
En especial los efectos sobre
personas sanas de modafinil y otros
fármacos accesibles por Internet no
han sido estudiados. Varias voces
han señalado que eliminar el sueño
no significa eliminar la necesidad
del cuerpo de dormir, lo mismo que
un fármaco que quita el apetito no
hace que comer sea innecesario. Y en
una respuesta en 'Nature' al
artículo de Sahakian y Morein-Zamir,
Nora D. Volkow y James Swanson, del
Instituto Nacional de Drogas de
Abuso estadounidense y la
Universidad de California
respectivamente, señalan que el
modafinil y otros fármacos similares
pueden ser adictivos.
"Los efectos
secundarios a largo plazo de
estos psicofármacos sobre
personas sanas no han sido
estudiados"
Su argumento es que estos compuestos
«hacen las tareas cognitivas y las
actividades cotidianas más
interesantes y placenteras», lo que
acabaría creando dependencia y uso
compulsivo en personas vulnerables.
«El mayor conocimiento de cómo
funciona nuestro cerebro tal vez nos
lleve algún día a tener métodos
seguros de mejorar las funciones
cognitivas. Pero mientras tanto
necesitamos aprender de la historia
y evitar su uso innecesario», opinan
estos autores.
Urgente
regularlos
Sahakian y Morein-Zamir no llegan a
esa conclusión, pero lanzan una
advertencia: es urgente regular
específicamente el uso de estos
fármacos no sólo para tratar
enfermedades, sino como 'mejoradores'
de la actividad cerebral. Una
regulación así ayudaría a evitar los
riesgos del acceso incontrolado de
los fármacos vía la Red. «En vez de
que las personas compraran estas
sustancias en Internet, creemos que
sería mejor garantizar un acceso
supervisado a fármacos para la
mejora cognitiva seguros y
efectivos, en particular debido a
los efectos potencialmente
peligrosos de las interacciones
entre fármacos».
Inciden en los efectos a largo plazo
sobre los cerebros en desarrollo de
niños y adolescentes sanos. Sahakian
añade, además, que «toda regulación
debe estar basada en la evidencia, y
debe ser el producto de un diálogo
activo entre científicos, médicos,
expertos en ética, legisladores y el
público en general». Por ejemplo,
hoy por hoy, las dos autoras se
declaran totalmente a favor del uso
de estos fármacos en pacientes
diagnosticados -obviamente, como se
hace en todo tratamiento, tras
valorar los pros y contras de cada
fármaco por posibles efectos
secundarios-, pero no defienden en
ningún caso la automedicación, sobre
todo si se trata de niños y
adolescentes.
REACCIÓN DE
LA SOCIEDAD
Tal vez el acceso a los fármacos
'mejoradores' no sea lo único que
haya que regular. Lo que muchos
expertos vaticinan es que, con los
mejores conocimientos de la genómica
y la acción personalizada de los
fármacos sobre cada individuo, cabe
esperar nuevas y mejores
generaciones de este tipo de
compuestos. «En el futuro, como los
efectos sobre los individuos
variarán en función de su perfil
genético, la eficacia de los
fármacos mejorará y se reducirán los
efectos secundarios», dicen Barbara
Sahakian y Sharon Morein-Zamir, del
departamento de Neurociencias de la
Universidad de Cambridge (EEUU).
Además, añaden que en el futuro
serán realidad los fármacos
verdaderamente inteligentes, con
efectos sobre la cognición entre
moderados y altos.